sábado, 26 de maio de 2018

Velharias




“...
Durante décadas pictoralistas y puristas se enzarzaton en violentos debates sobre la legitimidad del retoque, pero el comercio, que no entiende más que de la satisfacion del cliente tradicida en benificio económico, no veía reparo alguno en valerse de um recurso híbrido que procedía del debujo o de la pintura. Lo paradójico – y tambiém lo más interesante – era la absoluta nesesidade de su camoflaje, resumido en la máxima de que “un buen retoque es el que no se nota”, porque un retoque mal ejectuado nomitigaba los defectos de un rosto sino que atraía la etención hacia ellos y por tanto los acrescentaba. Es comprensible, en consecuencia, que esta clase de prática fuera tan denostada por los puristas, porque significaba la incursión contaminante de un recurso estraño al medio, como también por los picturalistas, porque se trataba de una intervención pictórica no asimida, bastarda, que se avergonzaba de sí misma.
...”

Texto: in “El beso de Judas, fotografía y verdad” de Juan Fontcuberta, 1997

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